En el corazón de Guanacaste, tres cantones —Tilarán, Cañas y Bagaces— están dando pasos firmes hacia un futuro más ordenado y sostenible. Representando cerca del 26% del territorio guanacasteco, estas localidades han emprendido un proceso clave para su desarrollo: la construcción de sus planes de ordenamiento territorial. Este esfuerzo, liderado por las municipalidades en conjunto con el Programa para la Promoción de la Gestión y el Ordenamiento del Territorio (Progot-UNA) de la Universidad Nacional (UNA), marca un hito en la planificación local y abre una ventana de oportunidades para el crecimiento socioeconómico de la región.
El pasado 6 de febrero, en un acto celebrado en Cañas, Guillermo Calderón Ramírez, coordinador del Progot-UNA, y Francisco González Alvarado, rector de la UNA, presentaron los avances de este ambicioso proyecto. “Venimos a informar de manera transparente el trabajo que orienta el Progot-UNA, donde hemos recibido con beneplácito el reconocimiento al aporte de la Institución, en un tema de capital trascendencia para el desarrollo de estos cantones”, destacó González Alvarado durante el evento.
La importancia del ordenamiento territorial para el desarrollo cantonal
Los planes de ordenamiento territorial no son simples documentos técnicos; son herramientas fundamentales para la planificación y el desarrollo sostenible de los territorios. Como bien lo expresó Calderón, estos planes brindan seguridad jurídica tanto a los gobiernos locales como a la población y a las empresas interesadas en invertir en la región. En esencia, son una hoja de ruta que permite definir cómo, dónde y de qué manera se puede crecer de forma ordenada y respetuosa con el medio ambiente.
“Planificar el territorio es como ordenar la casa: debemos definir dónde va cada cosa”, explicó Calderón. Esta analogía resume la esencia de estos planes, que buscan atender necesidades urgentes y corregir falencias en el uso del suelo. Por ejemplo, evitan asentamientos en zonas de alto riesgo, como laderas inestables o áreas propensas a inundaciones, y garantizan que el crecimiento urbano se dé de manera armónica con el entorno natural.
Además, los planes de ordenamiento territorial son un motor para el desarrollo socioeconómico. Al establecer reglas claras sobre el uso del suelo, fomentan la inversión privada y pública, ya que brindan certidumbre a quienes deseen emprender proyectos en la región. Como lo señaló Daniel González Madrigal, alcalde de Bagaces, “un cantón que no crezca con orden, no va a tener un buen indicador de desarrollo en sus comunidades”. En otras palabras, sin una planificación adecuada, el crecimiento puede ser caótico y generar problemas como la saturación de servicios públicos, la degradación ambiental y la desigualdad social.
Un proceso riguroso y participativo
La elaboración de estos planes no es tarea sencilla. Requiere un proceso riguroso que incluye dos etapas principales: la evaluación ambiental, a cargo de la Secretaría Técnica Nacional Ambiental (Setena), y la revisión técnica por parte del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (Invu). Solo después de superar estos filtros, el plan es sometido a la aprobación del Consejo Municipal.
Pero más allá de los trámites técnicos, un aspecto clave de este proceso es la participación ciudadana. Como lo enfatizó Calderón, “no podemos hacer estos proyectos sin la gente, porque son ellos quienes viven en los territorios”. La inclusión de las comunidades en la toma de decisiones no solo garantiza que los planes respondan a las necesidades reales de la población, sino que también fomenta un sentido de pertenencia y corresponsabilidad.
Retos y oportunidades
Aunque el camino hacia la implementación de estos planes no está exento de desafíos, los avances son prometedores. Uno de los principales retos ha sido la desinformación, que genera ruido y desconfianza en algunos sectores. Además, los costos asociados al proceso pueden ser elevados, especialmente para municipalidades con recursos limitados. Sin embargo, como lo destacó el alcalde de Cañas, Alexander Elizondo Duarte, la alianza estratégica entre los tres cantones ha permitido reducir costos y garantizar un trabajo de calidad.
“Este plan nos viene a regular la parte ambiental, el desarrollo urbanístico. Nuestro plan actual se hizo en el 2006 y es muy restrictivo; no nos permite avanzar. Este nuevo plan, por el contrario, nos va a facilitar el orden para las personas, las empresas y nosotros mismos como gobierno local”, explicó Elizondo.
Un horizonte prometedor
Aunque el desarrollo e implementación de un plan regulador puede extenderse más allá del tiempo estimado —en algunos casos, hasta cinco años—, el proceso avanza a buen ritmo en Tilarán, Cañas y Bagaces. Estos cantones están sentando las bases para un futuro más próspero y sostenible, donde el crecimiento económico vaya de la mano con el bienestar social y la protección ambiental.
En un país como Costa Rica, donde el ordenamiento territorial ha sido una prioridad desde 1968, estos esfuerzos locales son un recordatorio de que la planificación no es un lujo, sino una necesidad. Como bien lo resumió Calderón, “ordenar el territorio es ordenar el futuro”. Y en ese futuro, Tilarán, Cañas y Bagaces están tomando las riendas para construir un desarrollo que beneficie a todos.





