Mientras el Parque Acosta Activa en San Ignacio de Acosta toma forma —con un 45% de avance—, resurge la pregunta: ¿cuál es el verdadero impacto del Banco Hipotecario de la Vivienda (BANHVI) en el desarrollo urbano de Costa Rica? Más allá de financiar viviendas, esta institución ha venido redefiniendo su rol como catalizador de espacios públicos que combaten la desigualdad territorial. Con una inversión de ¢7.959 millones en cinco proyectos comunales —que beneficiarán a 44.762 personas—, el BANHVI demuestra que la infraestructura bien planificada puede ser la mejor herramienta para tejer cohesión social.
De parques a polideportivos: inversión con rostro humano
Los ¢786 millones destinados al Parque Acosta Activa no son solo una partida presupuestaria. Detrás de esa cifra hay una apuesta por resolver carencias históricas: el cantón acosteño, como muchas zonas rurales, ha sufrido por décadas la falta de espacios dignos para el deporte, la cultura y el emprendimiento local. El proyecto incluirá áreas recreativas, zonas deportivas y hasta un escenario para actividades económicas itinerantes, un modelo que ya ha dado resultados en León XIII (Tibás) y La Fabiola, donde antiguos lotes baldíos se convirtieron en polos de desarrollo social.
“Estas obras no son cemento y acero, son herramientas para romper ciclos de exclusión. Cuando un joven tiene un polideportivo cerca, disminuye el riesgo de caer en drogas; cuando una madre de familia puede vender productos en una feria comunal, mejora su economía hogareña”, Dagoberto Hidalgo, Gerente General del BANHVI.
El efecto multiplicador del BANHVI en los territorios
El impacto del Banco trasciende lo visible:
- Regeneración urbana: Proyectos como estos revalorizan zonas marginadas. En Tibás, el Polideportivo León XIII —construido con fondos similares— redujo en un 30% los reportes de delincuencia en su radio de 500 metros, según datos policiales.
- Empleo local: Las obras son ejecutadas por consorcios nacionales (como Constructora Gonzalo Delgado S.A. y Ronald M. Zurcher Arquitectos S.A.), generando plazas para mano de obra no calificada de las propias comunidades.
- Prevención social: El INVU, aliado clave en la supervisión, insiste en que estos espacios reducen el hacinamiento crítico, factor vinculado a violencia intrafamiliar.
El desafío: sostenibilidad y apropiación comunal
Sin embargo, el éxito a largo plazo depende de factores que van más allá de la construcción. Históricamente, algunos proyectos de inversión social han terminado abandonados por falta de mantenimiento o conflictos vecinales. Para evitarlo, el BANHVI ha implementado talleres de capacitación a líderes comunales en gestión de espacios públicos, además de firmar convenios con municipalidades para asegurar presupuestos de conservación.
“La gente debe sentir estos lugares como suyos. En Acosta, los vecinos ya organizan comités para futuros torneos de fútbol y ferias artesanales”, comenta Marta Solís, presidenta de la Asociación de Desarrollo de San Ignacio.
¿Hacia una política nacional de espacios públicos?
Mientras el país debate cómo mejorar sus ciudades —especialmente tras la pandemia, que evidenció la falta de áreas verdes per cápita—, el modelo del BANHVI ofrece pistas:
- Enfoque territorial: Cada proyecto se adapta a necesidades específicas. Mientras Acosta prioriza lo recreativo-cultural, en La Carpio (San José) se enfocaron en infraestructura resiliente ante inundaciones.
- Alianzas público-privadas: La participación de arquitectos y desarrolladores locales agiliza procesos y reduce costos.
Con la entrega del Parque Acosta Activa prevista para los próximos meses, el reto será replicar este esquema en otros 15 cantones identificados con urgentes déficits de infraestructura social. Como señala Hidalgo: “Nuestro mandato ya no es solo dar créditos; es construir comunidades donde la vivienda digna venga acompañada de calles seguras, plazas vibrantes y oportunidades reales”.





