Contaminación vehicular sin escape: Un reto oculto para los cantones costarricenses

En un contexto donde la electrificación del transporte ha captado la atención como solución al cambio climático, un informe europeo reciente plantea una advertencia clave para el gobierno central y locales: la mayor fuente de contaminación por partículas en el transporte vial ya no proviene del tubo de escape, sino del desgaste de frenos, llantas y carreteras. Este tipo de emisiones, denominadas non-exhaust emissions (NEEs), representan entre el 68 % y el 88 % del material particulado (PM10) generado por vehículos en ciudades como Londres, Milán y Barcelona, según datos recopilados por EIT Urban Mobility, Transport for London (TfL) y la Alcaldía de Londres.

Aunque se trata de un estudio con base en Europa, sus hallazgos tienen implicaciones directas para el contexto costarricenses. En particular, en aquellos cantones donde se han iniciado procesos de modernización del transporte o donde la congestión vehicular forma parte de la vida cotidiana, como San José, Escazú, Alajuela o Cartago.

El informe subraya que este tipo de partículas no solo afecta la calidad del aire, sino que también contamina el suelo y el agua, incrementando la presencia de microplásticos y generando daños ambientales a largo plazo. A diferencia de las emisiones tradicionales, los NEEs no se eliminan con la transición a vehículos eléctricos; de hecho, continúan e incluso se intensifican por el peso y la frecuencia de frenado de estos automóviles.

¿Qué pueden hacer los gobiernos locales en Costa Rica?

Ante esta situación, el estudio propone una serie de medidas que, con ajustes, pueden ser adoptadas por municipalidades costarricenses. Entre ellas se incluyen:

  • Reducción de límites de velocidad en zonas urbanas para disminuir el desgaste de frenos.
  • Mejora del mantenimiento vial, lo cual reduce la generación de partículas por fricción con superficies deterioradas.
  • Desincentivar vehículos pesados de uso particular, como los SUV, que generan más residuos de fricción.
  • Expansión de zonas de baja emisión, algo que se puede adaptar al contexto tico como zonas escolares, distritos patrimoniales o centros históricos donde se limite el tránsito de ciertos vehículos.
  • Fomento de medios alternativos de movilidad, como el transporte público, la bicicleta y el desplazamiento a pie, con mejoras en la infraestructura peatonal y ciclística.

Además, una de las recomendaciones más relevantes del estudio es el uso generalizado de componentes resistentes al desgaste, como frenos y neumáticos de materiales menos contaminantes. Si bien estos productos pueden tener un costo mayor inicialmente, el análisis de costo-beneficio realizado en Londres estima que su adopción masiva generaría ahorros sociales netos de hasta 235 millones de euros para 2050.

Un problema ambiental silencioso

Lo más llamativo del informe es que estas partículas no se ven, pero sí se respiran. Según datos europeos, más del 96 % de la población estuvo expuesta en 2022 a niveles de partículas PM2.5 superiores a los límites establecidos por la Organización Mundial de la Salud. La situación en el Gran Área Metropolitana podría ser igualmente preocupante, especialmente en puntos críticos de congestión vehicular.

Para los gobiernos locales, reconocer las emisiones no provenientes del escape como una fuente relevante de contaminación es un primer paso crucial. A partir de ahí, deben integrarse a los planes cantonales de movilidad urbana sostenible, tomando en cuenta tanto la regulación como la educación ciudadana.

El tránsito hacia una movilidad más limpia no se logra únicamente sustituyendo motores a combustión por baterías. Requiere una transformación más profunda del modelo de ciudad: menos dependiente del automóvil privado y más orientada a modos activos y compartidos de transporte.

Municipios costarricenses que ya han dado pasos en esa dirección —como Montes de Oca con su red de ciclovías o San José con su plan piloto de aceras compartidas— podrían ampliar sus esfuerzos considerando esta nueva evidencia.

La contaminación del futuro no siempre tendrá humo. Pero sí dejará huella si no se actúa con visión integral.

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