En Cóbano, Puntarenas, la educación se enlaza con la protección ambiental. Estudiantes del Colegio Técnico Profesional de Cóbano, la Escuela San Ramón de Ario y la Escuela Santa Teresa se convirtieron este año en guardianes del mono congo, gracias a una coordinación entre la Dirección Regional de Educación Peninsular, la Asesoría Regional de Ciencias y la asociación Somos Congo.
La organización, que trabaja de forma voluntaria desde 2021, impulsa proyectos de prevención de accidentes con estos primates, así como programas de reforestación y educación biológica en centros educativos. El mono congo, considerado una especie sombrilla, protege indirectamente a muchas otras al conservar su hábitat, lo que convierte a su resguardo en una acción clave para la biodiversidad local.
En la Escuela Santa Teresa, con 274 estudiantes, se implementa un proyecto de seguimiento de tropas de monos que sensibiliza a los niños sobre la importancia de convivir en armonía con la fauna silvestre. La comunidad escolar incluso construyó un puente aéreo para facilitar el paso seguro de los animales. Un hecho reciente —el rescate de un bebé congo que cayó en las instalaciones educativas y fue trasladado a un centro de recuperación— motivó aún más la conciencia ambiental entre estudiantes y familias.
El asesor regional de ciencias, Marco Vinicio López, subrayó que estas iniciativas fortalecen las competencias ambientales y se articulan con programas nacionales como la Estrategia Steam y el Programa Bandera Azul Ecológica. Para Somos Congo, generar conciencia en la niñez y la juventud es vital para asegurar el futuro de los ecosistemas costarricenses.
Educación y sostenibilidad: un impacto local
Fomentar la sostenibilidad desde las aulas tiene un impacto directo en los cantones y distritos. La protección del mono congo en Cóbano no solo preserva una especie emblemática, sino que también promueve la participación comunitaria, la reforestación y el turismo sostenible, actividades que son esenciales para la economía de la Península de Nicoya.
Cuando las instituciones educativas asumen proyectos ambientales, se logra que las nuevas generaciones comprendan la relación entre conservación y calidad de vida. A nivel local, esto se traduce en comunidades más conscientes, con estudiantes que se convierten en líderes ambientales y en aliados de municipalidades y asociaciones comunales para cuidar sus recursos naturales.
En un país como Costa Rica, donde la biodiversidad es un pilar de identidad y desarrollo, estas experiencias demuestran cómo la educación puede ser un motor para la sostenibilidad y el bienestar comunitario.





