Las municipalidades deben integrar la “resiliencia en movilidad activa” en sus planes urbanos

A medida que las ciudades enfrentan retos cada vez mayores derivados del cambio climático, la forma en que se planifican las calles está tomando un papel central. Un reciente informe internacional, Living Streets: How Cities Are Trading Car Culture for Climate Resilience, propone un cambio estratégico: priorizar el caminar, la bicicleta y los espacios públicos, un enfoque conocido como “resiliencia en movilidad activa”.

El documento, elaborado por Tharika Lecamwasam en colaboración con Leading Cities y Afkar Collective, advierte sobre los impactos negativos de la infraestructura dominada por automóviles: contaminación, aumento de la temperatura urbana, fragmentación de ecosistemas y riesgos para la salud pública. Hoy, más de la mitad del suelo urbano en ciudades de Estados Unidos está destinado a vehículos, en detrimento del bienestar de las comunidades y de la resiliencia climática.

En contraste, invertir en infraestructura para peatones y ciclistas ofrece beneficios medibles: reducción de emisiones, mejor salud física y mental, mayor equidad en la movilidad y fortalecimiento de la interacción comunitaria. Experiencias internacionales, como las ciclovías de Bogotá o los carriles protegidos para bicicletas en Nueva York, muestran cómo la planificación centrada en las personas puede disminuir accidentes, fomentar el transporte sostenible y mejorar la calidad de vida.

Más allá de la movilidad, el informe subraya el papel de la infraestructura verde: pavimentos permeables, jardines de lluvia, sombra de árboles y áreas verdes que ayudan a mitigar inundaciones, reducir la temperatura de las superficies y mejorar la calidad del aire. Calles diseñadas con estos criterios pueden disminuir hasta 50 % la temperatura superficial y reducir el escurrimiento de aguas pluviales en un 88 %, convirtiéndose en activos ambientales y de salud pública.

Ciudades como París, con su plan de “ciudad de 15 minutos”, Barcelona con sus Superblocks, Rotterdam y sus plazas adaptadas a inundaciones, y Melbourne con su estrategia de Bosque Urbano, demuestran que integrar naturaleza, accesibilidad y equidad transforma la vida urbana.

Aplicación en Costa Rica

Para las municipalidades costarricenses, estas estrategias ofrecen oportunidades claras: diseñar ciclovías protegidas, ampliar aceras, implementar zonas verdes y sistemas de drenaje sostenible, y recuperar espacios públicos para la comunidad. Cantones como San José, Heredia o Alajuela podrían replicar modelos de “calles vivas”, combinando movilidad activa con resiliencia climática, reduciendo la exposición de sus habitantes a olas de calor, inundaciones y contaminación.

Integrar la resiliencia en movilidad activa en los planes cantonales no solo responde a necesidades ambientales, sino que también mejora la salud de los vecinos, fomenta la economía local y fortalece el tejido social. Transformar calles dominadas por autos en espacios multifuncionales es una inversión de largo plazo que posiciona a los municipios costarricenses como líderes en sostenibilidad y calidad de vida urbana.

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