Árboles urbanos: aliados contra el calor y el cambio climático

La ciudad de Riga, capital de Letonia, inició recientemente un ambicioso plan para plantar 42 árboles en su centro histórico. La iniciativa busca reforzar la infraestructura verde y mejorar la calidad de vida de residentes y visitantes. El proyecto no se limita a sembrar especies, sino que incorpora soluciones técnicas para garantizar que los árboles puedan crecer en zonas con poco espacio, incluso bajo aceras y carreteras.

Aunque se trata de una experiencia europea, este tipo de acciones son cada vez más necesarias en las ciudades de todo el mundo, incluidas las costarricenses. Los árboles cumplen un papel vital en la lucha contra el cambio climático: capturan dióxido de carbono, generan sombra y reducen la temperatura de los barrios. Estudios han demostrado que un área arbolada puede bajar entre 2 y 4 grados centígrados la sensación térmica, lo que hace una diferencia significativa en comunidades expuestas a olas de calor cada vez más frecuentes.

En Costa Rica, varias municipalidades han entendido esta importancia y han puesto en marcha programas de arborización. En San José, por ejemplo, se han desarrollado proyectos de reforestación urbana en conjunto con organizaciones sociales y empresas privadas, con el objetivo de aumentar la cobertura verde en barrios que carecen de sombra. En Escazú, la municipalidad impulsa campañas de siembra de especies nativas en parques y espacios públicos, fortaleciendo corredores biológicos urbanos. Por su parte, el cantón de Belén ha incorporado planes de arborización como parte de su estrategia de adaptación al cambio climático.

La experiencia de Riga muestra cómo la siembra de árboles en entornos urbanos ya no se concibe como un acto aislado, sino como parte de una planificación técnica y estratégica que responde a necesidades ambientales, sociales y de salud pública. Para Costa Rica, un país que se enfrenta tanto al crecimiento urbano como al reto de proteger su biodiversidad, reforzar estas iniciativas municipales es clave para garantizar ciudades más frescas, resilientes y habitables.

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