El crecimiento urbano en Costa Rica, especialmente en el Gran Área Metropolitana (GAM), ha llevado a replantear cómo se aprovecha el espacio en las ciudades. La construcción en vertical surge como una alternativa eficiente para optimizar el uso del suelo frente a la expansión horizontal que históricamente ha caracterizado a muchas áreas urbanas del país. Esta modalidad no solo responde a la necesidad de vivienda, sino que también contribuye a un desarrollo más ordenado, resiliente y sostenible.
La construcción en altura permite concentrar viviendas, oficinas y servicios en espacios reducidos, lo que optimiza el uso del suelo y reduce la expansión desordenada de la ciudad. Por ejemplo, en barrios como Rohrmoser y Escalante, el aumento de edificios de varios pisos ha permitido ofrecer cientos de soluciones habitacionales sin ocupar nuevas áreas verdes ni terrenos agrícolas. En contraste, el crecimiento horizontal, como se observa en La Guácima o San Rafael de Alajuela, implica expandir la ciudad hacia zonas periféricas, aumentando la presión sobre infraestructura vial y servicios básicos.
Además, concentrar la población en espacios verticales facilita la planificación del transporte público, reduce la dependencia del automóvil y permite el desarrollo de rutas de autobuses, ciclovías y áreas peatonales. Proyectos recientes en San José centro integran edificios residenciales con servicios cercanos, como supermercados, escuelas y clínicas, fomentando un estilo de vida más caminable y disminuyendo la congestión vehicular.
Otro beneficio de la verticalización es la reducción del impacto ambiental. Al limitar la expansión horizontal, se protege la cobertura natural y los suelos agrícolas, se reducen las emisiones asociadas al transporte y se mejora la eficiencia energética de los edificios. En Escazú, varios desarrollos combinan áreas verdes en azoteas con sistemas de reciclaje de agua, demostrando que la verticalización puede integrarse con la sostenibilidad urbana de manera efectiva.
Asimismo, los desarrollos verticales bien planificados pueden fortalecer la cohesión social. Los espacios comunes, como áreas recreativas, salones comunitarios y parques en altura, fomentan la interacción entre vecinos, algo que a menudo se pierde en desarrollos horizontales dispersos, donde la distancia entre viviendas limita la socialización. La verticalización también permite planificar mejor la infraestructura, incorporando medidas antisísmicas, sistemas de evacuación y control de riesgos, lo que resulta crucial en un país como Costa Rica, con actividad sísmica y climática significativa. Proyectos recientes en Santa Ana y Heredia incluyen estructuras adaptadas a la normativa sísmica, integrando a la vez espacios de uso público y áreas verdes, mostrando que vivir en altura no implica renunciar a la seguridad ni al bienestar ambiental.
Casos concretos en la GAM reflejan estos beneficios. En San José centro, edificios residenciales y mixtos combinan vivienda con comercio y servicios, reduciendo la necesidad de traslados largos y fomentando la movilidad peatonal. En Escazú, se han desarrollado torres con áreas verdes en azoteas y sistemas de eficiencia energética, que contribuyen a la sostenibilidad y mejoran la calidad de vida de los habitantes. En Heredia y Cartago, proyectos verticales cerca de universidades y centros de trabajo facilitan la movilidad diaria y reducen el tráfico en carreteras principales.
El crecimiento vertical no es la única estrategia para construir ciudades sostenibles, pero se ha convertido en una herramienta clave para enfrentar la presión urbana que vive la GAM. Combinado con planificación territorial, transporte público eficiente, espacios verdes y participación ciudadana, permite avanzar hacia ciudades inclusivas, resilientes y ambientalmente responsables. La construcción en altura, planificada adecuadamente, demuestra que es posible armonizar la densidad poblacional con la calidad de vida, la protección del ambiente y la eficiencia de los servicios urbanos. En un contexto donde los terrenos son cada vez más escasos y costosos, mirar hacia arriba no solo es una opción, sino una necesidad para asegurar el futuro de nuestras ciudades.





